This is the dawning of the rest of our lives

jueves, 31 de diciembre de 2009

Honestly about me.

Loca. Indescisa, siempre en el medio, siempre neutra. Nunca pude jugarme por algo que haga que la gente me recuerde 5 años después. Influenciable, vulnerable. Buena persona, casi por desgracia; es tan facil aprovecharse de mi. Poca cosa, poco todo: poco cuerpo, poco talento, poca voz. Inteligente, lo suficiente como para no tener problemas en la escuela y que la maestra me considerara superdotada desde jardín. ¿Para qué me sirvió, si después llegarían mis propios amigos a tratarme de ser inmadura? Ojalá, siempre traté de ser algo que no era; sería porque nací para ser una chica pensante, aburrida y ayudar a los demás; pero no quería ser solo eso: quería ser alguien. Alguien que la gente quisiera conocer de verdad, atractiva, necesaria.
Flaca (como se confunde la gente con eso). Perfeccionista, pero no por eso perfecta. Sola, eterna criatura en búsqueda de compañía, pero se me hace difícil conseguirla. Ingenua, siempre creyente de que los demás tienen sólo buenas intenciones. Práctica. Sutil, suave, mesurada, delicada, elegante -a veces- e invisible. Cuidadosa de lo estético. Mestiza, mezcla de sangre de todo tipo: asiática, europea, caucásica, recesiva, pero aún así mis ojos y mi cabello denotan mis raíces españolas. Podría ser tantas cosas... supongo que me iría bien en las que hay que pensar, especialmente escribir o talmbién el arte plástico, diseño, etc. pero elegí la más difícil, y no creo que sea para la que más talento tengo: amo el escenario.
Como soy yo, es obvio que no me interesan las cosas que me salen fácil y que podrían hacerme "exitosa", no. Prefiero aquellas difíciles y que no me salen muy bien; porque bien decidí, no importa para qué cosas tenga talento, o cuales me cuesten más: no quiero pasar la vida sentada en una silla escribiendo en un blog que nadie lee todas mis locuras: quiero transmitir todo lo que tengo adentro en un escenario, y no importa lo que tenga que hacer, lo voy a lograr.
Tengo un pánico horrible a las discusiones, participe en ellas o no. Prefiero renunciar antes que discutir, aun así me siento amada por mi familia. Última, siempre última. Soy un caso único, una en un millón a la que le suceden las cosas que a mí me pasan. No soy como el resto de las adolescentes, mi papá no tenía que retarme a los 13 por apretarme al vecino o usar polleras muy cortas, mi mamá no me retaba por mis malas calificaciones, al contrario: me pedía que saliera con amigos y yo no quería. No me iba mal en la escuela y bien en educación física o bailando. Era un desastre, parte del desastre que aún soy, porque yo pensaba que era muy fácil ser alguien que no sos, pero de verdad es muy dificil, no quiero ser más ese desastre, pero por más que trato, no me sale.
Siempre traté de usar la cabeza antes de actuar, por el contrario, la mayoría de la gente actúa y quizás luego pida perdón, y ahí vienen los demás a decir 'mirá que amor, pidió perdón'.
Por momentos pensé que quizás no debería estar acá, más bien, tuve un 11% de posibilidades de nacer, y estoy acá, la única de los otros 4,5,6 o no sé cuantos que alguna vez fuimos ¿8? Si estoy acá, y tengo la posibilidad de vivir, supongo que es para ser feliz, o no? No tengo la oportunidad de estar viva y dejar que cualquier estupidez me gane, sino algún día, cuando me muera, mis hermanos me lo van a reprochar. Sí, mis hermanos. Es la primera vez que hablo de ellos, que nunca llegaron a nacer, pero en algún momento, tuvieron vida.
Mi familia, y en especial mis abuelos tenían un apego especial por mí que no tenían con los otros nietos: en especial, mi abuelo, eterno malhumorado y pesimista, aparece sonriendo en todas las fotos junto a mí, y yo no lo recuerdo como alguien gris, sino como una persona tierna, aunque fuese sólo así conmigo. Supongo que era porque yo era educada, buena chica e inteligente, y los iba a ver seguido -perdón, pero era así-. Me encantaba estar con ellos, bueno, ahora me encanta estar con mi abuela.
Digo que era madura porque me resultaban estúpidas las cosas que hacían mis amigas, desde los 6 hasta los 13 años. Era más o menos así: yo sabía que pelearse por ser la princesa jugando a las Barbies era una estupidez, era de nena tonta (y como yo me consideraba una adulta de 6 años...) entonces era cualquier personaje y seguro me encajaban el más feo. Pero con el tiempo me fui dando cuenta de los chicos en general son más agresivos, se divierten, hacen lo que quieren y en todo caso, que después los reten: yo, en cambio, usaba la cabeza, actuaba bien, seria, aburrida. ¿Y yo quería ser aburrida? No. Entonces qué hacía? Me obsesionaba con ser la princesa, quería los vestiditos rosas, quería ser rubia y no usar la cabeza.. Claro, cuando me di cuenta de hacer eso, era tarde y ya era casi adolescente. La etapa para ser completamente irresponsable estaba llegando a su fin, y mis amigos comenzaron a llamarme inmadura. Qué genial! por un momento, era lo que siempre quise ser, pero cuando me di cuenta de que de verdad todos creían que era inmadura, no me apareció tan genial. Así viví, en una lucha constante entre quién soy, y quién quiero ser. Entre la verdad y la felicidad.
Y aún vivo, con miedo de expresar lo que siento.
En serio! Aunque no me crean, desde que tengo 10 años me confunden con alguien mayor si hablo por teléfono, por las palabras que uso, la voz, etc. Los que me esuchan hablar siempre dijeron que parezco mucho más grande por mi forma de pensar; pero los que me ven y se quedan con lo físico, dicen que parezco 1, 2 y hasta 3 años más chica.
Siempre confiable, los demás sabían que iba a estar para ellos, para llamarlos, para recibirlos, para interesarme por ellos; aunque nunca fui correspondida de la misma forma; salvo ahora, en un par de casos. A veces haciéndome cargo de causas perdidas. Siempre me resultó infinitamente más fácil charlar con adultos que decir estupideces con chicos. Sí, realmente me costó muchísimo reconocerme como una chica, y no como una mujer.
Esto es apenas una pequeña parte de lo que soy, de lo que fui y de lo que seré, porque por más que esté tratando de cambiar; así soy, y esto no lo puedo -ni quiero- esconder. Es parte de mí.
Quién sos depende de lo que elijas, y no de lo que te toque, escuché una vez.

Clásica y original a la vez, de cabello enrulado y lacio, con mala y buena suerte, diferente pero no notable, madura pero inocente, inteligente pero inutil, ignorada y admirada, envidiada pero no deseada, responsable y trabajadora pero no exitosa, rubia pero castaña, mi vida es un juego de contrarios en el que aun no puedo encontrar el equilibrio.

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